Un joven argentino va a comprar un Ipad -fabricado por una empresa americana llamada Apple, cuya mayor fábrica está en China, y producido por obreros chinos- (paradójicamente, Apple es uno de los principales exportadores… chinos).
Si tiene dudas en el uso, llama a un call center que está en Irlanda y si necesita asistencia en castellano, lo atiende un cordobés que está haciendo una pasantía allí.
Lo compra en 12 cuotas, financiado por la tarjeta Visa, americana, expedida por un banco, que hace 20 años era argentino, después pasó a ser italiano (Laboro) luego americano (Boston). Posteriormente sudafricano (Standard Bank) y ahora Chino (ICBC).
Fue atendido por una empleada que es una joven dominicana, que lo que gana lo gira en remesas para su país y, dicho sea de paso, las remesas es uno de los principales ingresos de ese país, o sea, es la exportación de su gente.
La compra la hace en la sección tecnología de un supermercado de origen francés -el principal expendedor de naftas de Europa (la gente carga nafta mientras va al supermercado)-. Y la petrolera Shell es el mayor vendedor de gaseosas en Europa -a mayoría compra una gaseosa en los comercios de los supermercados-.
Un supermercado tiene en el mundo 2,3 millones empleados, más que Uruguay habitantes.
Se financia en el mercado tomando dinero en dólares y su mayor acreedor es un fondo de inversión soberano noruego, que decidió invertir sus reservas fuera de ese país para que funcione como un fondo anti- cíclico de su economía.
El único país emisor de dólares es EEUU, pero el mayor tenedor de ellos es China, ya que es el que más bonos del tesoro americano tiene. O sea, que si uno se resfría, estornuda el otro.
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