“Quienes invierten en la bolsa son millonarios o especialistas. El mercado es para muy pocos”. En esa frase podría simplificar la opinión del argentino promedio acerca del mercado de capitales. Ante la ignorancia, la idea adquiere un tono prohibitivo y, así, hablar de inversiones se vuelve un tema tabú. Entiendo y respeto perfectamente el punto. Décadas inflacionarias y con devaluaciones pulverizaron el ahorro nacional y acorralaron a quienes deseaban proteger su capital a dos únicas alternativas: consumir o dolarizarse. Como consecuencia, el camino inversor quedó severamente obstaculizado para individuos que, incluso con excedentes financieros, tienen un capital atrofiado que ni siquiera puede crecer al ritmo de la inflación. Y, como veremos inmediatamente, no siempre es por falta de oportunidades, sino que el desconocimiento y la desidia también son culpables. ¿Acaso existe una secuencia o camino para convertirse en inversor? La respuesta es afirmativa. Hay una serie de etapas que, gradualmente, acercan a cualquier argentino a poner un pie en la bolsa mucho más fácilmente de lo que se cree. A continuación, las fases que llevan al consumidor a erigirse como inversor.