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Especial de la Semana

Entre el progresismo y el neoliberalismo: el pendular nuestro de cada día 

Por Alejandro Fabri
El ejercicio de reflexionar sobre lo bueno y lo malo en la Argentina de hoy requiere de un pequeño esfuerzo. Uno fácilmente podría dejarse llevar por un pensamiento tal como “vivimos sumergidos en un constante pendular entre el progresismo y el neoliberalismo”, y podría llegar a concluir con algún simplismo que “no tenemos cura”. Creo que para poder superar esta tremendista lectura tenemos que empujar a nuestro pensamiento a un vuelo de cóndor y superar el mero vuelo gallináceo. Tenemos que mirar a los grandes procesos. Y estos grandes procesos verlos siempre con la reserva de esa famosa frase de Hegel: “El avance del carro de la historia siempre deja florecillas pisoteadas a la vera del camino”, digamos que siempre va a haber víctimas y triunfadores en los procesos históricos. Es ineludible. Otro tema que tenemos que pensar es algo tan simple como cuál es el destino de la humanidad, cuál es nuestro objetivo superior. Y creo que ya es hora de que tengamos la humildad de reconocer que es algo tan básico como el mero instinto de preservación…hagámonos cargo de que no hay nada más por detrás y de que no somos el ombligo del universo…que no hay paraíso ni en el más acá ni en el más allá. Preguntarnos para qué preservamos la especie será harina de otro costal.


Agreguemos ahora el tercer condimento: después de algunos intentos fallidos, la humanidad hoy está inmersa en un pensamiento único capitalista. Es solo desde adentro de este capitalismo que podemos pensar al mundo, todas nuestras categorías se subsumen al mero hecho de “promover el consumo”. Y no sé si es para peor o para mejor, pero este pensamiento único sale perfeccionado luego de cada crisis.

Vamos a dejar de lado los matices y a centrarnos en las posiciones límite de la pendulación ideológica: el llamado neoliberalismo y el llamado progresismo. En las bases de cada una de estas posturas hay una posición ética, y por supuesto ambas son antagónicas.


El neoliberalismo se funda en un Estado que tiene por función primordial el promover las libertades más amplias en las actividades económicas de los individuos, sostiene que la maximización del Bien Común se alcanza mediante la sumatoria de las maximizaciones de los bienes individuales. Esto implica que el sistema propugna el individualismo y el egoísmo. Y podríamos pensarlo en términos hobbesianos: “El hombre es lobo del hombre” o “la guerra de todos contra todos”.


En la otra esquina del cuadrilátero tenemos al progresismo. Podemos pensar que el progresismo está centrado en el concepto de igualdad del famoso lema revolucionario “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. Este sistema propugna la presencia de un Estado regulador que dentro del campo de las libertades posibles propugne un sistema de compensaciones y regulaciones que hilvane las varias demandas de una sociedad y favorezca una distribución equilibrada de las riquezas que produce el Bien Común. Quizá aquí hay una tendencia a no dejarse llevar por los meros guarismos sino a poner en valor otros aspectos humanos. El Bien Común ya no sería la maximización económica sino la maximización humana.


Recapitulemos que ambas posturas se dan dentro de un único marco posible de capitalismo, en el cual el capital es la base. No podemos alejarnos tanto de los números. Y por ello podríamos pensar a ambas posturas como meros matices. Pero son matices con resultados muy distintos: uno distribuye más y el otro distribuye menos, uno da más derechos y el otro da menos derechos, uno da más obligaciones y el otro da menos obligaciones, uno es más humano y el otro es más…en fin…

Y… ¿qué pasa con este pendular? No veo que este pendular implique que nuestro destino de país sea el fracaso, en mi opinión lo que hace este pendular es reafirmar nuestra existencia humana. Es la réplica del pendular que todos tenemos a lo largo de nuestras vidas, el pendular entre la vivencia racional y la vivencia emocional. Y es este pendular el que nos recuerda la (im)perfección humana: unas veces nos vemos empujados por la emoción y otras por la razón. Vivir en una solo de las posturas sería inhumano e insostenible. Y el pendular ideológico viene a cumplir esta misma función de recordarnos la humanidad de la sociedad, de redistribuir los bienes de la sociedad, de crear rupturas que nos obliguen a evolucionar como sociedad, de…

Y ¿qué nos queda por hacer? Disfrutar y comprender las energías involucradas en el pendular, mantenernos en movimiento y recrear situaciones que nos hagan trascender el animalismo. Una de ellas podría ser el ayudar al prójimo…y ser ayudado. Quizá sea la mejor forma de atravesar nuestras existencias y quizá la vida se trate tan solo de disfrutar del mero instinto de preservación de la especie…y de la manera más humana posible.


Columnista