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Especial de la Semana

Deuda: crecer y pagar, una estrategia equivocada

Por Diana Mondino

Me sorprende que se diga que pagaremos la deuda cuando haya crecimiento. Por el contrario, la deuda se paga justamente para lograr el crecimiento. ¿Para qué pagarla si no? Sería muy fácil tomar deuda, no pagarla, ¡y así crecer! Si se pudiera crecer por dejar de pagar, todas las familias, empresas y países lo harían. Si nadie lo hace es porque justamente la deuda que sí se paga fielmente es la que permite crecer.

Si, ya sé que es contradictorio para lo que habitualmente escuchamos a nuestros políticos. Lo explicaré con cuatro obviedades, sin ninguna sofisticación.

El primer análisis se basa en que los acreedores quieren recuperar el capital más interés y en la medida que haya dudas del pago, el interés será cada vez más alto. Por lo tanto, al deudor se le hará más difícil juntar los fondos. Si por el contrario no hay dudas de la voluntad –y capacidad- del deudor de pagar, los intereses son bajos. Cuanto más bajos los intereses, más fácil tener la capacidad de pagarlos y si se pagan los intereses puntualmente, el capital se renueva continuamente. Así, al deudor sólo deberá pagar intereses y muy parcialmente el capital. Es decir, se requerirán menos fondos que diciendo que se demorarán o habrá quita en los pagos.

Otra forma de verlo es considerando que los intereses son el costo del capital y con capital barato se puede invertir, se puede crear infraestructura que durará muchos años, se puede generar capital social. Si por el contrario hay dudas del pago, los intereses serán elevados y la sociedad paga constantemente un elevado monto: no se puede pensar en el largo plazo, hay pocos proyectos que permitan pagar costos tan elevados, la carga de toda la inversión se debe cubrir en pocos años.

Una tercera forma de pensar es analizar lo que ocurre cuando se habla de quitas o reprogramación, tomando equivocadamente en cuenta la deuda total, y no los vencimientos escalonados. Quien compra una casa no lo hace con el sueldo de un año, sino que ahorra y paga a lo largo de muchos años. Considerar la deuda total argentina es un error extraordinario. Se deben tener fondos sólo para los próximos vencimientos, y si se pagan puntualmente, sin amenazas ni renegociaciones, es probable que haya renovación. Sin embargo, cuando un vencimiento no se cubre, entonces la totalidad de la deuda se hace exigible, y ahí el problema es mayúsculo.

En caso de no pagar, se afecta también a múltiples acreedores domésticos ya que los bonos públicos están en manos de familias, del Anses, de los fondos comunes, de los bancos y aseguradoras, etc. En definitiva, directa o indirectamente en manos de toda la sociedad. Si no se paga, toda la actividad económica se reducirá. ¿Cómo esperar crecimiento entonces?

Cualquiera de las cuatro obviedades que describo son suficientes para pensar que es conveniente pagar la deuda tratando de reducir la carga de intereses. Si somos confiables pagaremos mucho menos que si estamos permanentemente al borde del abismo. Por favor, notar que no hice consideraciones sobre si la deuda es en pesos o dólares, ni cual legislación se aplica. Es triste ver un comportamiento del estilo “a vos te pago y a aquel no”.

No permitamos que la pirotecnia política -sea por el pago o la renegociación de la deuda- oculte un tema aún mayor, el elefante en la habitación del que nadie quiere hablar. El verdadero problema argentino es que tenemos un elevado nivel de regulaciones y gasto poco eficiente que no podemos mantener. Tenemos este problema desde hace décadas. Si Argentina mantiene déficit fiscal necesitará aún más préstamos a pesar de no pagar los que ya recibió. Las dificultades de reducir el gasto son enormes, pero las consecuencias de no pagar la deuda son terribles. No lo veo nada fácil, pero de una vez tenemos que empezar.



* La autora es economista de la UCEMA

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