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Opinión

Buscando al culpable de la alta inflación

Por Guido Lorenzo

Tal como definieran Axel Leijonhufvud y Daniel Heymann, cuando el dato de inflación mensual pasa a ser tan o más relevante que el anual podemos decir que Argentina está conviviendo con un régimen de inflación alta que se profundizó en este último año. La respuesta a la pregunta de dónde se originó la inflación no tiene sentido si lo que se quiere es atacar al problema en sí mismo. 

Muchos argumentarán que es un fenómeno puramente de emisión monetaria. Un día al Tesoro no le alcanza la plata y decide emitir dinero. Dado que la cantidad ofrecida de bienes y servicios es más o menos constante, estos suben de precio para reflejar el exceso de cantidad de moneda. Una teoría que me resulta incómoda ya que la evidencia (bien medida) es pésima. Robert Lucas, en 1980, tuvo que hacer muchos supuestos para que la teoría cuaje con los datos. En algún momento seguramente existió una cantidad de dinero por encima de la oferta de bienes y servicios pero no sabemos la relación causal que la produjo. Ponerle el cascabel al gato no es tan sencillo. 

No niego que la inflación sea un fenómeno monetario, pero eso es análogo a decir que la anemia es un fenómeno de la sangre. No ayuda mucho. De hecho, la inflación es la pérdida del poder de compra del dinero, por lo tanto es por definición un fenómeno monetario.

La razón de esa emisión es semejante a hacer una mala serie de Netflix, una mala película o un mal libro, buscando al protagonista culpable de un fracaso (ahí aparecen varios sospechosos: puja distributiva, inercia, pasaje a precios de tipo de cambio en regímenes de falta de pegajosidad de precios, etc.) cuando quizás el problema no sea un personaje, sino la serie en sí misma. 

Una vez desatado el proceso inflacionario, se establece un sistema de creencias en el cual todos tomamos actitudes para prevenirnos de la inflación. Los contratos se actualizan no sólo mirando la inflación pasada sino también la futura. Por lo tanto, como un individuo piensa que la suba del dólar afectará al valor en términos reales de sus ingresos, se cubre subiendo los precios. Quizás pierda en cantidades vendidas fruto de esto, pero como por lo general todos los personajes actúan de la misma manera terminamos todos en un nivel más alto de inflación. Las expectativas se terminan cumpliendo y caemos en la famosa profecía autocumplida. 

Ya casi lleva un año el programa del Banco Central de crecimiento de base monetaria cero y los resultados en términos de inflación vienen siendo un fracaso. En contextos de inflación alta, como dijimos al principio, el repudio a la moneda doméstica funciona como aceite para convalidar precios más altos.

El problema es de coordinación: hay que cambiar el guión de la serie. El conjunto de creencias de esta economía está roto. En ese sentido, uno puede ver que los planes exitosos para frenar la inflación estuvieron relacionados más a un quiebre de expectativas que a reducir el ritmo de emisión de dinero. 

En Argentina el entusiasmo de un nuevo gobierno concertando una mesa de negociación que represente un acuerdo social podría ser un avance ahora bien, no creemos que sea la solución para frenar el proceso de inflación. Sería simplemente un paliativo para frenar el proceso complejo de formación de expectativas. 

Actualmente, el tipo de cambio y sus variaciones son los protagonistas a los que todos apuntan como culpables y eso puede llevar a que la solución parezca ser quitarlos de la escena. De ahí que el WSJ -The Wall Street Journal- sacó un artículo en el que afirmaba que había que desechar al peso argentino como moneda o incluso Lawrence Alan Kudlow quien también propuso dolarizar la economía. Algo sin sentido dado que nuestra economía sufre shocks muy asimétricos a la economía americana, de la cual pasaría a depender nuestra política monetaria. Esto es simplemente quitar a un protagonista, el guión seguirá siendo malo. La experiencia de retomar la inflación luego del período de convertibilidad es evidencia de esto. 

Lamentablemente los intentos de frenar la inflación sin que la economía real sufra en demasía no han resultado efectivos. Habrá que ver si el próximo gobierno está dispuesto a pagar el precio en términos de empleo de reordenar el sistema de creencias y expectativas sobre el cual se actualizan los precios. 

*Artículo publicado en Perfil 

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